jueves, 21 de junio de 2012

Daniel Roel


Hasta donde llegan mis recuerdos, cerca de tres a cuatro años posteriores al mes de Abril de 1954, cuando nací en Buenos Aires, el dibujar era uno más entre mis juegos y entretenimientos, compitiendo con el de andar en bici, jugar a la pelota, participar en carreras de autitos masillados sobre pistas pintadas sobre asfalto, porrazos sobre carritos montados sobre rulemanes, armar y remontar barriletes, fogatas de San Pedro y San Pablo, balero, yo-yo rusell, subiría-subiriola y ya los más sofisticados “Costa Azul” , “Mecano” y “Mis Ladrillos”.


A veinte metros de casa, Vivi daba clases de dibujo y pintura, y allá yo iba dos o tres veces por semana a “jugar” con el lápiz, las pinturitas; después fueron las acuarelas y las témperas y finalmente los óleos!!!!
Y el gusto por el dibujo fue creciendo, alentado por los “que bien dibuja su hijo” de las madres de mis compañeros del cole. En realidad yo era a esa altura el tuerto en el país de los ciegos. 
Tenía el “privilegio” de ser el designado para los dibujos en el pizarrón, las láminas de las clases especiales y las ilustraciones para la revista del colegio. Ya en el secundario aparecieron las caricaturas de profesores y compañeros, no siempre beneficiando sus apariencias.
                                                
La “colimba” trajo mishiadura. Sin un mango partido al medio con mis “hermigos” Luis y Lily pintábamos tapices de escudos feudales sobre cuero que vendíamos en mueblerías y casas de decoración. Era la década del 70 y con nuestros veintipico, comulgábamos con la onda de “amor y paz”. Había también tapices del Che, de Hendrix y los Stones. 



La llegada de mis  primeros sobrinos, y luego  de mis hijas, me motivaron para hacer los primeros retratos de sus caritas en óleo pastel.

Compartí alguna vez con amigos un curso de pintura autodidacta en Centro Cultural R. Rojas, y estuvimos “ocupando” una pieza en el Centro Cultural de los Artistas, viejo conventillo de La Boca de la calle Magallanes, donde nos reunimos para pintar, charlar y matear, y, de vez en cuando disfrutar algún tinto de los que potencian la inspiración plástica.

























Esta fue mi formación. Desde siempre la pintura como una forma de divertirme, expresarme, relacionarme con los demás y de pretender perdurar.                                                                                                                                                                                                                  

Me gusta pintar personajes y escenarios relacionados con el campo y la ciudad, de ahora y de siempre.
El caballo es el animal que mas me conmueve. Me gusta representarlo de la mejor forma que me es posible.

Hoy sigo aprendiendo de los que realmente saben y lo disfruto, como así también, y aunque sea un juego de palabras, disfruto que disfruten de lo que hago. 




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